La verdad de una infamia. (5)
Salí de ese lugar golpeada tanto física como mentalmente, llamé a mi hijo para que me encontrara un sitio donde quedarme, estaba en la calle sola y deseando no haber ido ya que en Venezuela estaba preparando una mudanza y todo lo que tenía lo había dejado a merced de rateros e indeseables. Los suegros de mi hijo me abrieron las puertas de su casa donde permanecí una semana. Yo pensé que mi padre estaría convaleciente y mejorando de su operación, pero una llamada de él me abrió los ojos a una situación de terror que había estado viviendo. Me rogó llorando que regresara, que le perdonara, que se sentía mal y que volviera porque las tres malvadas habían desocupado el departamento y lo habían dejado solo y abandonado. Yo cedí ya que me faltaban sólo 13 días para regresar a Venezuela. Lo que a él le hicieron esa semana sólo se compara con las atrocidades y torturas que los prisioneros sufren en una prisión. Al salir yo de allí vino el enfrentamiento entre ellas y mi padre porque él comprend...