Cuento 3. Quinta Parte.
Y llegó el gran día cuando los turmalinos llegaron a la tierra. Sus grandes naves espaciales no eran redondas como nos habían hecho creer, éstas eran ovaladas como cápsulas parecidas a las turbinas de los aviones, brillantes y aerodinámicas, silenciosas y extrañamente azuladas que se confundían con el color del cielo y del mar. No tenían ruedas para aterrizar sino grandes imanes que sobresalían de su base, cuál almohadillas deslizándose por nuestra corteza terrestre. Qué gran espectáculo aéreo se presentaba ante nuestros ojos, lo inimaginable estaba pasando y la gente se aglomeraba sin temor al verlos posarse alineados ordenadamente. Cuando las compuertas se abrieron emergieron éstos maravillosos seres radiantes, pequeños y muy parecidos a nosotros sólo que su cabeza era alargada y usaban grandes audífonos con antenas en lugar de cascos. Sus rostros amables no nos atemorizaron pero si nos mantuvieron expectantes porque se había hablado infinidad de cosas sobre ell...