Cuento 3. Quinta Parte.

Y llegó el gran día cuando los turmalinos llegaron a la tierra.  Sus grandes naves espaciales no eran redondas como nos habían hecho creer, éstas eran ovaladas como cápsulas parecidas a las turbinas de los aviones, brillantes y aerodinámicas, silenciosas y extrañamente azuladas que se confundían con el color del cielo y del mar.

No tenían ruedas para aterrizar sino grandes imanes que sobresalían de su base, cuál almohadillas deslizándose por nuestra corteza terrestre.  Qué gran espectáculo aéreo se presentaba ante nuestros ojos, lo inimaginable estaba pasando y la gente se aglomeraba sin temor al verlos posarse alineados ordenadamente.

Cuando las compuertas se abrieron emergieron éstos maravillosos seres radiantes, pequeños y muy parecidos a nosotros sólo que su cabeza era alargada y usaban grandes audífonos con antenas en lugar de cascos.  Sus rostros amables no nos atemorizaron pero si nos mantuvieron expectantes porque se había hablado infinidad de cosas sobre ellos que ahora que los teníamos delante  de nosotros el asombro se plasmaba en todos los rostros.

Hablaban nuestro idioma y su sonido hacía eco en todo el campo.  Apenas eran 3 naves y cada una tenía 6 tripulantes, saludaron con inclinaciones de cabeza juntando sus manos, tal como lo hacen los orientales.  Nos anunciaron que venían a prestarnos su ayuda por la continua destrucción al Planeta Tierra y sus consecuencias a corto plazo.  No había tiempo que perder para empezar el arduo trabajo que les esperaba, pero fueron muy claros y enfáticos al advertirnos que sólo se quedarían 10 días, en los cuales tendríamos que prestarles toda nuestra colaboración  en las aptitudes físicas y mentales que  cada uno de nosotros tuviera.(Continuará)...




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