ANECDOTARIO PERSONAL. VEINTICUATROAVA EMISIÓN . La Viejita de al lado.

 ANECDOTARIO. PERSONAL

VEINTICUATROAVA   EMISIÓN 

LA  VIEJITA  DE  AL  LADO




En ésta ocasión mis estimados lectores les traigo una anécdota llena de humor pero muy en el fondo también tiene algo de lástima y compasión hacia aquellos ancianos que al haber perdido su cordura les debemos más respeto y consideración.

Tomé mi avión en Madrid, venía de visitar a mis hijas que viven en España.  Gracias a su generosidad estuve en Oviedo, Comunidad Asturiana pasando las vacaciones navideñas.

Todo el mundo comenzó a hacer la cola para abordar, en ese momento me doy cuenta que he perdido mi boleto de abordar y que solamente tengo una copia del boleto electrónico que dan por internet.  Me acerco a la azafata que controla los pasaportes y los boletos, llorando a lágrima suelta, le decía compungida que había perdido el boleto, ella toma mi pasaporte y al ver la copia de la compra de los pasajes, con desconcierto me mira y me dice, pero sí puedes abordar con ésto, no te preocupes, adelante no hay problema.  Sequé mis lágrimas y me dispuse a buscar mi asiento.

Yo miraba que la gente no se sentaba en la fila donde estaba mi asiento, pues me pareció raro que no se sentaran donde habían 4 puestos del pasillo central.  De pronto veo que a mí me han dejado como compañera de viaje a una anciana que pasaba de los 90 años.  Como quedaba espacio me senté dos puestos separados, pues pensaba como los demás que es mejor tener como compañero de viaje a un chiquillo chillón, que a una anciana mal del cuerpo y del "coco".

Me saludó tímidamente, yo hice lo mismo.  El avión despegó amigos míos, nos quedaban 13 horas de viaje ininterrumpidas, sin escalas, tratando de no desesperarme con la rápida conversación que ella entabló y con los favores que empezó a pedir por la poca movilidad de sus cansados huesos.

Que si "pásame la almohada", "ayúdame con los audífonos", "acomódame la tablita de la comida", y hasta que "la ayude a rasgar los sobres del azúcar y las salsas".

A pesar de tener un buen espacio entre ambas, ella me escuchaba muy bien.  Me contó de su vida, de su familia, y de otras cosas que no parecían razonables.  A mí me parecía muy desconsiderado de parte de sus familiares embarcar en un avión en un viaje tan largo a una anciana tan mayor y mal de la cabeza.

Ella nunca pudo decirme quién la iría a buscar al Aeropuerto, pasaba de una conversación a otra con cosas sin sentido, aunque si pudo darme su nombre y teléfono que seguro lo inventó porque después de unos días de haber llegado, la llamé y nunca contestó.

Sí me pude partir de la risa cuando después de unas 6 horas de viaje me dice:  mire señora y cuándo es que va a arrancar éste avión porque ya tenemos rato y nada que se mueve.  A éste paso no vamos a llegar nunca.

La viejita aguantó bastante las ganas de orinar, pero cuando ya no pudo más pretendía que yo la llevara al baño, le calmé, le dije que buscaría una azafata para que la ayude.  La pobre azafata pidió ayuda a su compañera para llevarla entre las dos, pues la anciana no podía caminar sola.

Después de media hora apareció más tranquila y desahogada.  Comió como un gatico, no durmió en todo el viaje, ni me dejó dormir.  Qué resistencia amigos míos!

El capitán de la aeronave anunció que ya iba a aterrizar y que estábamos llegando a Caracas, la capital de Venezuela.  Todos nos alegramos, aplaudimos, fue un viaje sin contratiempos pero mi compañera de viaje se puso nerviosa.  La pobrecita me rogaba que no la dejara sola, me decía: "y ahora quién me va a venir a buscar?", "cómo llego yo a mi casa?".

Su carita era como un poema al desamparo, yo no podía acompañarla porque tenía que tomar un bus para ir al hotel, ya que Caracas no era mi destino, sólo me quedaría esa noche para viajar al otro día a mi querida Barinas dónde vivo.

Me levanté, tomé mis cosas, me despedí de ella, no me soltaba la mano, insistía que la acompañara a su casa, como pude me solté, le dije adios con la mano y a lo lejos quedó su enjuta figura sola dentro de ese enorme avión lleno de asientos vacíos.

MORALEJA:  Consideremos más a nuestros ancianos, porque todos llegaremos a ése estado lamentable de salud física y mental.  No supe cuál sería su final del viaje, pero me imagino que así como encargan niños a las azafatas para su cuidado, seguramente la viejita habrá tenido asistencia.


😥 F  I  N 😥

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