CUENTO 17. HACIENDO ENEMIGOS GRATUITOS. CAPÍTULO 1°.

 CUENTO 17
HACIENDO ENEMIGOS GRATUITOS 
CAPÍTULO 1°



Hay una canción muy famosa que su estribillo dice "Yo quiero tener un millón de amigos", pero éste deseo lo podemos tener todos y no verlo cristalizado nunca, porque las amistades van y vienen a lo largo de nuestras vidas.  Por una u otra razón se malogra la amistad a veces sin razones consistentes que no le hayamos explicación.  Éste es mi caso, por eso voy a contarles cómo se hace enemigos gratuitos en lugar de amigos, ya que puedo aportar algunos secretillos para evitar cometer errores en cuanto a éste tema se refiere.

Mi primera enemiga la encontré en la escuela donde cursaba mi cuarto grado de primaria.  Era una niña gorda y muy peleona, pero yo me le enfrentaba gritándole continuamente su sobrenombre "chancha Clemente"; debido a que en mi país de origen Ecuador se llaman chanchos a los cerdos o puercos, y Clemente por su apellido.  No había cosa que la exacerbara  más a esta chiquilla que a los 2 minutos ya estábamos tranzadas en una pelea a manos sucias.

En la secundaria admirablemente no hice enemigos entre mis compañeras de estudio, digo sólo compañeras porque era un Colegio de monjas, pero sí iba anotando en mi lista de enemigos las monjas más perversas de la Institución.  Una de las  injusticias que más me indignó fue observar en su mesa del comedor a la hora del almuerzo los más suculentos platos comparados con el almuerzo que recibíamos las internas del Colegio que era un completo vomitivo.

Menos mal que sólo pasé una corta temporada como interna, porque sino me hubiera escapado de allí, con consecuencias terribles por mi edad aún muy inmadura y vulnerable.

Los alimentos venían con insectos ya muertos que seguramente se quedaban en la sopa cuando metían los vegetales sin lavarlos.  Los dormitorios comunales parecían los de los campos de concentración nazi, con colchones viejos llenos de chinches. Los baños eran asquerosos y sin agua, teníamos que acarrear baldes de agua para su descarga.   

Y todo ésto mis queridos lectores no era gratuito, porque nuestros padres pagaban por tenernos internadas en éste lugar regido por "monjitas de la caridad "', que a mí siempre me parecieron demonias.

Al graduarme  me mudaron mis padres a la Capital, lugar donde empecé a trabajar con tan sólo 16 años de Secretaria Bilingüe.  En todas las empresas que trabajé durante 5 años hice enemigos que yo nunca me los busqué, eran gente envidiosa, altanera y abusadora.  Ya desde esa edad tenía formada mi personalidad y carácter y nunca me dejé pisotear de nadie.

Cuando cumplí los 21 años me casé con un extranjero, salí de mi país con la esperanza de mejorar mi suerte que hasta esos momentos había sido más mala que buena.

Tuve mis hijos y cuando mi última hija menor tenía 6 años, decidí continuar estudios universitarios porque me sentía menos atada a mi trabajo de madre a tiempo completo y al suplicio de esposa de un hombre celoso e insoportable.  Él también estaba ya en la lista de mis enemigos por haberme amenazado de muerte pues debido a sus celos enfermizos suponía que yo metía hombres a nuestra cama cuando él no estaba.

Antes de entrar en la Universidad tuve que hacer equivalencias de mis anteriores estudios para sacar mi título de Bachiller en Ciencias.  Me nombraron organizadora de la fiesta de graduación, escogimos nuestro padrino que en ese entonces estaba como candidato para Gobernador de nuestro Estado, y de repente, ¹un normal acto académico de un grupo de estudiantes, se convirtió en un conflicto político, ya que otros compañeros a última hora decidieron cambiar al padrino por el contendiente de la oposición. 

CONTINUARÁ...

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