CUENTO 2. Hermanos sin sangre. Sexto Capítulo.
CUENTO 2
HERMANOS SIN SANGRE
SEXTO CAPÍTULO
Busqué el refugio de mi hijo que ya vivía en Ecuador junto a la familia de mi nuera para terminar de pasar los días que restaban de mi corta estadía allá. No habría pasado todavía una semana cuando mi padre me llamó por teléfono y lo que me dijo me partió el alma, lloraba como un niño pidiéndome que volviera, que mi hermana que había quedado al cuidado de él se había marchado en malos términos.
Yo me puse en marcha enseguida porque el estaba convaleciente de una reciente operación y la malvada lo había dejado solo, un anciano de 93 años. Al llegar me enteré por los vecinos que mi padre les había exigido que me reciban otra vez o que se fueran. Prefirieron irse y yo regresé encontrándole peor de lo que le había dejado.
Por fuentes fidedignas me contaron que esos días que mi padre permaneció con esas malignas, recibió malos tratos, insultos, improperios y hasta golpes de parte de una de sus nietas. Supongo que mi padre al recibir esa falta de respeto y maltrato las sacaría del hogar. Se fueron dejándole solo, enfermo, convaleciente y viudo reciente.
Procedí a hospitalizarle urgentemente, permaneció un poco más de un mes, le dieron de alta sin hacer nada por mejorar su salud, dijeron que eran reglas del hospital no dejar a enfermos más de un mes porque otras personas necesitaban la habitación. Lo llevé nuevamente a su apartamento, le atendí como sólo una hija devota y de buenos sentimientos debe hacerlo.
Pero el destino nos tenía deparada otra desgracia más dolorosa. Una noche cuando ya nos retiramos a dormir porque era muy tarde, casi las 12 de la noche, llegaron personas religiosas a darle a mi padre la extremaunción, yo no entendía porqué si yo no lo veía tan grave, aún así acepté recibirlos. Le administraron los santos óleos, aunque yo tenía fé en su recuperación.
Después de unos días salí para hacer averiguaciones sobre mi situación legal por la denuncia puesta por la malvada hermana. Nunca me olvidaré de ese día, le abracé le di un beso y me despedí diciéndole que no me demoraría. Al entrar en el juzgado buscando a mi abogaducha a quien le guardo un hondo rencor, ésta mujer se escondió, me ignoró y se corrió la voz que yo estaba allí. Cansada de esperarla, me dispuse a marcharme, cuando me sorprendí que 2 policías me cortaran el paso diciéndome que no podía irme porque estaba arrestada debido a un fallo de la corte que me daban 10 días de prisión por una pelea intrafamiliar. Allí me di cuenta que todo había sido una confabulación para meterme presa.
Empecé a llorar, les suplicaba que tenía mi padre muy grave y que solamente me tenía a mí para cuidarle. No valieron todas mis súplicas, me llevaron a prisión donde pasé los peores 10 días de mi vida, en los cuales iba a sufrir el mayor dolor cuando me dijeron que mi padre murió a los 3 días de haberlo dejado, sin saber adónde estaba y el porqué de mi abandono. Ése beso que le di a mi amado padre fue el último, ya que tampoco pude asistir a su sepelio.
Me arrepiento enormemente no haberle dicho a mi padre que su malvada hija me acusó injustamente para mandarme presa, ya que él fue el único testigo de lo que ellas me hicieron. Pero debido a la gravedad de su convalecencia de la operación de la próstata y de los erróneos tratamientos que le estaban dando en su medicación, me abstuve para no darle un golpe brutal más. Él sí hubiera evitado con su declaración que yo ganara la demanda y que las verdaderas culpables cayeran en las garras de una mísera prisión, merecidamente.
CONTINUARÁ...
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