lunes, 23 de octubre de 2023

Cuento 16. EL UNIFICADOR. CUENTO CORTO.

 CUENTO 16
EL UNIFICADOR
CUENTO CORTO



En los alrededores de la ciudad vivían las personas más pobres en carpas de tela que ellos mismos fabricaban, pero lamentablemente servían solo para el verano porque en el invierno se les mojaban horriblemente y quedaban a la intemperie.

Los que más sufrían eran los niños porque se morían de frío sin un lugar caliente para dormir y tenían que meterse en las iglesias o en los graneros a dormir junto a los animales.  Esto era muy triste y desgarrador ver cómo muchos niños morían a causa de enfermedades provocadas por la insalubridad o el clima tan frío.

Un día llegó al pueblo un forastero, al cual le encantaba recorrer su país como mochilero, se quedaba en cualquier sitio que le brindaran un plato de sopa y cobijo por unas noches.  Así fue como llegó a este pueblo donde anualmente morían miles de niños pobres.

El forastero supo la historia y fue testigo de alguna que otra muerte que ocurrió en ese invierno que él visitaba el pueblo.  Se dirigió a los graneros donde los niños dormían junto a los animales y habían muchos niños enfermos por las condiciones en las que comían y dormían en el suelo y además hacían allí mismo sus propias necesidades.

MIró escandalizado cómo las madres veían morir a sus hijos todos los días y los reunió a todos para buscar una solución a sus graves problemas.  Empezó por hacer una lista de los nombres de cada familia que habitaba allí y que tenía verdaderamente problemas de vivienda.
  Hizo un comité reuniendo a todos los hombres que sabían de construcción y pidió una ayuda económica al gobierno de esa ciudad.

Tuvieron muchas dificultades para recaudar fondos y poder comprar los materiales de construcción, además también habían problemas con las escrituras de las tierras, ya que todas no pertenecían al estado.  Así fue que les donaron solamente las tierras que estaban muy apartadas de la ciudad, tierras que no eran productivas para la siembra pero en cambio estaban muy cerca del río y podían darles lo más importante: el agua.

Con lo que recaudaron fueron comprando materiales de construcción y cada familia empezó a levantar su vivienda.  El pueblo se convirtió en una gran fábrica de construcción, las mujeres batían el cemento, los niños más grandes colocaban los ladrillos, los hombres se subían en grandes andamios para techar las casas.


El forastero vio la ilusión y el entusiasmo que las personas ponían para levantar sus hogares, eran 200 familias muy pobres que estaban poniendo todas sus fuerzas y sacrificios para tener un hogar donde cuidar de sus hijos y donde poder estar abrigados en el invierno.


Nuestro amigo nunca pasaba mucho tiempo en los pueblos que visitaba, pero esta vez ya llevaba 3 meses con ellos, dándoles mucho apoyo y ayuda no solo con su persona sino también con su alegría, optimismo y trabajo.


Pasaron 6 meses y ya se veían levantadas varias casas, en total tenían que construir 200 casas y apenas llevaban 60, así que las familias que ya habían terminado de construir sus viviendas les daban posada a aquellas familias que aún no tenían cubiertas sus paredes.


Parecía un gran campamento de gitanos y en realidad vivían hacinados pero muchos niños lograron salvarse porque ya tenían una casita en buenas condiciones para vivir; con sus chimeneas de leña mantenían caliente el hogar, además tenían ahora baños y cocinas y habitaciones dónde dormir saludablemente.


Pasaron los meses y nuestro forastero quiso partir, pero la gente se lo impedía, decían que él había sido el promotor de este milagro y que su sola presencia los animaba a seguir adelante.  Los niños lloraban cuando él tomó su mochila para partir y ésto le destrozó el corazón, con lágrimas en los ojos les dijo que él era un viajero solitario y que su misión en la vida era ayudar a quien lo necesitara fuera a donde fuera.


Entonces las mujeres fueron más convincentes y lo comprometieron que hiciera una promesa que él aceptó.  Le dijeron que esperara que las 200 casas estuvieran listas y que entonces él podría partir.  Pasaron 3 años y ya faltaban solamente 5 casas para terminar las 200 viviendas, así que tenía que esperar aproximadamente 2 meses más para poder marcharse.


Pero quiso el destino que se enamorara nuestro forastero de una bella mujer la cual aún no tenía hijos.  Así que él ya no pensó más en irse, sino que empezó la construcción de su nueva vivienda para que el y ella pudieran vivir su historia de amor y tener sus hijos en su pequeño pueblo que ahora se levantaba orgulloso, limpio y próspero a las orillas de un río. 


FIN


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