CUENTO 15. EL CUENTO DE NUNCA ACABAR. PRIMER CAPITULO.
CUENTO 15.
EL CUENTO DE NUNCA ACABAR.
PRIMER CAPÍTULO.
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La costumbre que algunos padres tenemos de contar cuentos a nuestros hijos antes de dormir, me parece que es enriquecedora. Así fue que empecé a contarle cuentos a mi hija menor, siempre con los mismos personajes pero con diferente guión y ella misma me decía "mami éste parece un cuento de nunca acabar", yo me reía porque cada noche le inventaba una nueva historia. Es así cómo ahora dejo publicados mis cuentos inventados para los niños que quieran leerlos antes de dormir.
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Ésta historia empieza en una aldea muy retirada de la principal ciudad llamada Trinidad de un país muy remoto en Sudamérica.
Allí vivían Asdrúbal el padre de familia, Narcisa la madre y sus cinco hijos, dos niñas y tres niños. Las niñas llevaban por nombres Laura y Rebeca, y los niños se llamaban Anselmo, Ruperto y Plutarco, nombres que sus padres habían escogido como en los tiempos antiguos: por el santoral, es decir les ponían el nombre del santo de acuerdo al día en que nacían.
Ésta familia era muy pobre y subsistían solamente de la agricultura y de lo poco que esas tierras producían, todos colaboraban en el trabajo del campo y por esa razón los niños no podían asistir a la escuela, pero la mamá se ideó la forma de enseñarles a sus hijos a leer y escribir ya que ella aprendió por su cuenta cuando era muy joven y vivía en un Orfanato donde la Directora de esa Institución les enseñaba a los niños a leer y escribir.
Como no tenían libros ni cuadernos, la mamá se inventó una especie de pizarrón colocando una sábana blanca pegada a la pared donde escribía con un tizón de la fogata de leña que utilizaba para cocinar. Cada día los niños aprendían más y más y ya la sábana se había vuelto gris de tanto lavarla.
Un día el papá salió a la ciudad a vender sus productos y poder comprarles a los niños ropa y zapatos y a su Narcisa la sábana que le pedía para usarla como pizarrón. LLegó muy temprano pero no vendía nada y cuando ya sus esperanzas se iban a esfumar llegó a su puesto una señora muy elegante y le preguntó que en cuanto le vendía todo y él le dijo que en 3000 reales de plata, la moneda que se usaba en esa época del siglo XIX.
La señora compró toda la carga de Asdrúbal y él se alegró tanto porque podría llevar a su familia lo que les había prometido. Antes de que se fuera la señora, Asdrúbal le preguntó cómo se llamaba y ella dijo soy la Directora del Orfanato y me llamo Aurora Cáceres. Asdrúbal se fue feliz a las tiendas en busca de sus encargos.
LLegó casi oscureciendo y los niños salieron a recibirlo con alegría y expectativas esperando que les enseñara lo que había traído. Saltaban de felicidad viendo sus vestidos y zapatos nuevos pero no le había alcanzado el dinero para comprar la sábana que su Narcisa le había pedido, así que los niños quedaron mucho tiempo sin recibir clases.
Asdrúbal le contó a Narcisa que había esperado mucho tiempo para poder vender su carga y cuando ya iba a recogerla apareció la señora Aurora Cáceres. Narcisa hizo un gesto de sorpresa y asombro y le dijo que ella la conoció cuando era niña pues era la hija de la señora que fue Directora del Orfanato cuando ella se crió allí. Convenció a Asdrúbal para que le acompañara con los niños a hacerle una visita pues tenía muy gratos recuerdos cuando se crió en ese Orfanato.
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