lunes, 24 de enero de 2022

ANECDOTARIO PERSONAL. DIECISÉISAVA EMISIÓN.

 ANECDOTARIO  PERSONAL .

DIECISÉISAVA   EMISIÓN .

HOGAR, DULCE HOGAR .




Yo no sabía porqué me encantaba tanto hacer fogones y cocinar en ellos, así como hacían nuestros antepasados antes de que inventaran las cocinas a gas y las cocinas eléctricas.

Rebusqué en mi memoria a qué se debía esa fascinante inclinación y descubrí que en mi niñez observé a una pareja que a pesar de ser muy pobre  me transmitieron lo que significaba la verdadera felicidad.

En épocas de vacaciones mis padres nos llevaban de viaje a Quito, la capital y a San Gabriel, el pueblo de nacimiento de mi padre.  Lugar frío, montañoso, agreste pero donde disfrutábamos comiendo los espantosos cuyes (éstos animalitos, roedores domésticos que mi abuelita criaba en su cocina, se veían mejor vivos que muertos, asados y atravesados por un palito para facilitar la completa cocción), jugábamos en el huerto donde mi abuelita tenía sus sembríos y luego por la noche mi padre nos hacía cantar a mi hermana y a mí para amenizar la tertulia familiar.  

Después llegaba la hora de dormir en lo que llamaban "cama general", porque dormíamos hasta 5 personas en la misma cama.  Por el frío que hacía no nos incomodaba, más bien agradecíamos el calorcito que todos nuestros cuerpos recibían.

Una tarde nos dice mi padre que vamos a ir a visitar a una pareja de amigos que eran muy pobres.  Ella era cieguita y él sus ojos y guía.  Llegamos a su casita humilde y ví el cuadro de amor más hermoso:  Ella junto al fogón con las ollas puestas, haciendo su comida.  Él de pie, le ayudaba a pelar las papas, le pasaba el agua y avivaba el fuego.


Tal era el amor que se sentía en esa pequeña y pobre cocina, donde resplandecía más el fuego de sus miradas que el fuego de la lumbre.  Se sincronizaban tan bien, ella mostraba agilidad y destreza a pesar de su ceguera y él no la descuidaba ni un minuto mientras ella hacía sus faenas domésticas.

Nunca olvidaré sus rostros curtidos más por el frío que por el sol, sonriendo y disfrutando lo que hacían, juntos y armoniosamente.  Nos brindaron una "chicha de jora", bebida fermentada con granos de maíz, que se acostumbra convidar a las visitas.

Nos despedimos afectuosamente y desde ese momento ese cuadro amoroso de la señora ciega con su esposo no se me ha ido de la mente.  Talvez por esa razón hasta hoy en día hago un fogón en la parte trasera de mi casa para sentir la sensación de felicidad ajena.

MORALEJA:  La Felicidad no la hacen los lujos, sino compartir y disfrutar lo que humildemente poseemos con la persona amada.

🍴🎃🍴

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