ANECDOTARIO PERSONAL. NOVENA EMISIÓN.
ANECDOTARIO PERSONAL .
NOVENA EMISIÓN .
NEGRITO, MARRONCITO, BLANQUITO...
En las numerosas visitas que mis padres me hicieron a Barinas, Venezuela, hay una que recuerdo con hilaridad porque mi padre que siempre fue auténtico y fiel a sus raíces, cuando venía a Venezuela, escuchaba la peculiar forma de expresarse de los venezolanos y que yo siempre he encontrado encantadora y florida, y trataba de corregirme para que hablara como ecuatoriana y no como venezolana.
Llevo muchos años viviendo aquí y así uno no quiera año tras año se «pegan» modismos del dialecto autóctono de la región donde vives. Los extranjeros debemos ceñirnos al dialecto del lugar a donde hemos emigrado.
Me acuerdo que recién llegada a Caracas, ví un vendedor de palomitas de maíz como se les llama en muchos lugares, y me acerco enseguida y le digo: «deme una funda de canguil», el vendedor me abrió los ojos sin comprender qué le pedía, mi esposo que estaba conmigo rápidamente me corrigió y le dijo que yo quería «una bolsa de cotufas».
Me reí mucho y desde ese momento tuve más cuidado de investigar cómo expresarme pidiendo alimentos. Los años siguientes fueron de aprendizaje y adaptación y aún más cuando ya tenía hijos.
Como les iba contando: en una visita de mis padres les invité a un balneario que quedaba a una hora de distancia del lugar donde vivía. Nos subimos al carro, yo iba conduciendo y emprendimos el viaje. Ya estábamos por llegar y se quedó una llanta sin aire, tuve que parar en un sitio donde arreglan llantas o hacen el cambio por la llanta de repuesto.
Me acerco al chico del negocio y le digo «por favor me cambias el caucho que se me espichó, aquí tengo el de repuesto». Mi papá se acerca y me corrige diciéndome: hijita no se dice así, dile que te cambie la llanta de emergencia.
Me carcajeé y le dije: papá si le digo así no me entiende, estamos en Venezuela no en Ecuador. Nunca entendió que yo tuve que cambiar mi forma de hablar, aunque conservo mi acento original ecuatoriano, estoy cien por ciento adaptada al léxico venezolano.
En otra ocasión fue mi hermana que «metió la pata» cuando vino de viaje con sus hijas muy pequeñas y ambas tomaban biberón, pararon en un restaurant de la carretera y llevaba los biberones sucios, le dice al dependiente de la barra: «por favor me puede lavar las tetas con agua caliente? El chico quedó estupefacto, él creía que eran las tetas de ella!! Aquí en Venezuela a los biberones se les llama teteros, y en Ecuador tetas. El dependiente del negocio reaccionó riéndose cuando se los entregó.
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