Cuento 13. DESAFIAR O MORIR. PRIMER CAPÍTULO.
DESAFIAR O MORIR
PRIMER CAPÍTULO
La puerta se abrió con la fuerza del viento. La casita vieja parecía que no resistiría las sacudidas de la furiosa naturaleza. Llovía a cántaros por fuera y por dentro de la casa por la enorme cantidad de goteras que año tras año se hacían más grandes. Ya no alcanzaban los recipientes para recoger toda el agua que caía copiosamente.
De repente se oyó un estruendo como si hubiera explotado una bomba en zona de guerra, los niños de la casa estaban muertos de miedo, se abrazaron a sus padres, esperando que su pobre casita no se hubiera despedazado.
Salieron afuera temerosos, ellos no habían sufrido daños pero vieron con horror que todo el frente de la casa había desaparecido. El rayo que cayó quemó parte de la casa quedando la familia a la intemperie, sus 3 hijos lloraban porque tenían frío y hambre y no sabían adónde dormirían esa noche.
Los vecinos viendo el estado en que se encontraba ésta pobre familia, llamaron a Emergencias para ver si podían auxiliarlos, no llegaba nadie, los niños trataban de entrar para sacar las pocas pertenencias que poseían, pero los padres no los dejaron porque corrían el riesgo de que se les cayera el techo encima.
En ese momento se oyó otro estruendo y el resto de la casita se cayó al suelo. Ésta familia había quedado en la mayor pobreza. Los vecinos no sabían qué hacer para ayudarlos, si tenderles una mano en ésos caóticos momentos o esperar la ayuda del Gobierno.
Por fín llegaron los bomberos y la ambulancia, los bomberos ya no pudieron hacer nada y los paramédicos se llevaron a la familia al hospital.
Los revisaron a todos pero no tenían daños de cuidado, allí mismo contactaron a la Institución de Protección a los desamparados en casos de Emergencia por Catástrofes Naturales y los reubicaron en una carpa provisional.
Les dieron comida y un techo temporal mientras decidían qué hacer y donde dirigirse. Los padres llamaron a todos sus familiares pero ninguno de ellos les ayudó a cobijarlos tanto física como psicológicamente.
Los directivos de éste Centro de ayuda llamaron al padre, cabeza de familia para anunciarle que sólo podría quedarse un mes más y que tendría ese tiempo para buscar trabajo y salir de ese refugio.
El desesperado padre de familia salió a la calle con el estómago vacío, tocando todas las puertas buscando algún trabajo. Hasta que por fín llegó a una mansión muy elegante donde vivían una pareja de ancianos y su hijo discapacitado que permanecía en silla de ruedas permanentemente.
El anciano le informó a Esteban -que así se llamaba nuestro protagonista- que el trabajo consistía en atender a su hijo paralítico que apenas tenía 18 años pero su cuerpecito parecía de un niño de 12 años.
Sus quehaceres diarios lo obligarían a vivir 5 días por semana en esa mansión. El sueldo era muy justo y se alegró que por fín sus hijos podrían vivir en un apartamento pequeño y salir de esa carpa que los incomodaba y no les daba ninguna privacidad.
Al día siguiente Esteban llegó temprano a trabajar, los ancianos le mostraron su habitación y le ofrecieron un desayuno suculento. Después se dirigió a la habitación del joven que se llamaba Tony -diminutivo de Antonio- encontró al muchacho llorando porque no quería levantarse y bañarse.
Continuará...
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