Cuento 12. La Princesa en su Castillo. Primer Capítulo.
LA PRINCESA EN SU CASTILLO
PRIMER CAPÍTULO
<Los niños sentados a mi alrededor me decían: maestra cuéntanos el cuento de la Princesa en su Castillo porfa, porfa. Yo me reía porque creía que ya se lo sabían de memoria, era la quinta vez que les contaría el mismo cuento, pero a mí me encantaba verles sus caritas atentas esperando que ya empezara>.
Éste paraíso donde vivía ésta princesa estaba situado en una región de China, un país muy grande y con muchísima población, en unos tiempos muy antiguos, de los tiempos en que la gente creía que existían los dragones. Vivía en un castillo encantado donde la encerraron los enemigos de su padre que era Rey de tres territorios de mandarines, una legión de guerreros que defendían sus tierras y sus residentes de los rebeldes vikingos, quienes para quitarle todas sus riquezas y tierras también lo encerraron en una cueva muy lejana del Reino y el cual estaba custodiado por tres enormes dragones que echaban fuego por sus grandes fauces.
La princesa se llamaba Melina y era muy rebelde y luchadora, en su encierro oró a Dios pidiéndole le diera fortaleza e inteligencia para crear un plan que la liberara a ella y su padre para poder acabar con las injusticias de sus enemigos. Cada segundo que pasaba allí encerrada pensaba y pensaba cómo saldría de allí, un Castillo resguardado por soldados vikingos armados y donde la tenían bajo siete llaves.
En ese castillo encantado habían siete brujas malvadas y cada una de ellas tenía una llave de la prisión de la princesa para asegurarse que no pudiera escapar, además el castillo estaba rodeado de un inmenso mar donde abundaban los tiburones y ballenas; un sitio alejado de la ciudad y la civilización, apartada de su familia y del verdadero Castillo donde un día vivió feliz con sus padres y súbditos.
Pero la inteligencia de ella era superior a la maldad y a las rejas que la rodeaban. En primer lugar pensó que necesitaba un plan efectivo para escapar y en segundo lugar buscar aliados para salvar a su padre de su prisión.
Un día llegó a su ventana una paloma mensajera hambrienta, ella la alimentó y la paloma regresó todos los días para recibir sus alimentos. La paloma como agradecimiento un día le trajo una flor muy rara que en el único lugar donde habían era en casa de un familiar de ella, al cual no había visto en mucho tiempo ya que llevaba encerrada casi un año.
De repente pensó que podría mandar un mensaje con su paloma agradecida y empezó a tramar cómo enviar ese mensaje si no tenía papel ni lápiz para escribir. Era muy difícil enviar un mensaje envuelto en una de sus patitas sin contar con un papel para escribirlo.
La princesita Melina pensó y pensó cómo lo haría y al otro día ya tenía la solución: rasgó un trocito del vestido que llevaba y envolvió en él un aro que tenía en su oreja desde el día en que nació. Todos sus familiares lo reconocerían porque su padre se lo puso como símbolo de herencia de la corona que a su familia legitima le correspondía. Además, metió en el pequeño retazo de tela una hoja de un árbol que solamente crecía en la isla donde ella estaba confinada. ( Continuará... )
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