Editorial 9. Mi Relación con Dios.
MI RELACIÓN CON DIOS
"Éste Editorial lo dedico a mi hija Paulina Nathaly, quien me pidió que escribiera sobre éste tema. Le abro mi corazón a mi hija cristiana y mística y también a mis lectores a fin de exponer mis sentimientos religiosos".
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Es muy difícil para mí hablar de mi relación con Dios, porque las personas que conocí, que me guiaron y que decían ser representantes de Dios en La Tierra, resultaron ser impúdicos, egoístas y malas personas. Nunca ví en ellos ni compasión, ni caridad, ni bondad para seguir su ejemplo y la senda que ellos me señalaban.
Por ésta razón preferí tomar mi propio camino, con mi religión hecha a mi medida, sin fanatismos, sin imposiciones, sin obligaciones.
Yo nací católica y aún conservo ésta religión, pero no puedo negar que muchas veces me ví tentada a cambiarla y no pude, al sopesar y comparar las obligaciones y preceptos que las otras doctrinas exigen, no me convencían y continuaba fiel a mi credo.
Dios nace con cada ser viviente, es el aire que respiramos para vivir, la alegría de sentirse amado y protegido, es la seguridad y la confianza que nos da para pedirle bendiciones para nosotros mismos, nuestros hijos y familiares que amamos.
A Dios yo no lo veo como el Supremo Justiciero que me juzgará por mis pecados diarios. Lo veo como el Omnipotente conciliador, que me abriga cuando el frío desprecio de la gente me invade, el que toma mi mano y me lleva hacia la tolerancia y equilibrio y desvía mi odio dirigido a personas tóxicas que me rodean o con las cuales tengo que convivir. Éste es el verdadero Dios que yo quiero, que llene mi mente y mi corazón de actitudes positivas y ejemplares.
Cuando Jesucristo dió su vida para redimir a los pecadores, no esperaba nada a cambio, estaba consciente de que nadie iba a agradecerle ése heróico sacrificio. Y en su momento así fue, el populacho reclamaba su cabeza, pedían a gritos su crucifixión y festejaron cruelmente su vía crucis del sufrimiento extremo al que fue sometido.
Sólo después de que Él resucitó de entre los muertos, comprendieron la grandeza de su fe, de su credo y de su profundo amor a la humanidad.
No soy fanática religiosa, ni beata, ni tan siquiera asidua a las misas o a las Iglesias, porque no creo en la gente de la Iglesia que predica lo que no practica.
Por ésta razón, hoy más que nunca mi fe es inquebrantable, en la medida que pueda cumpliré los preceptos de los 10 Mandamientos y las enseñanzas que Jesucristo dejó en sus grandiosas parábolas.
Mi relación con Dios seguirá siendo íntima, confidencial, meditativa y cordial. Él no me exige más de lo que puedo darle, personalmente creo que el fanatismo y el radicalismo en la religión son más dañinos que beneficiosos para una sana convivencia entre todos.
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