Cuento 9. Tercer Capítulo.

Llegué con muchas ilusiones a Pelileo, llevaba una vida de reclusión, no salía nunca y estaba dedicada a mi trabajo.  La única persona con quien interactuaba era con el locutor de la emisora, quien no me imaginaba que acostumbraba irse al cierre de la programación y me dejaba bajo llave sin decírmelo. 

Una noche me dió un fuerte cólico estomacal, me dirigí  a abrir la puerta y buscar una farmacia, pero oh sorpresa! recién en ese momento me vengo a dar cuenta que todas las noches quedaba encerrada.  Mi furia no tenía límites, empecé a gritar a mis vecinos para que me auxiliaran, vino la policía y forzó la puerta para que yo pudiera salir, tenía un ataque de claustrofobia - si a mi me encierran me desespero y me pongo histérica -  Tratamos de localizar al locutor y no respondía, ya más  calmada empecé a maquinar darles una buena lección.   Como ese mes aún no me habían pagado tomé las cosas de más valor de la casa y mis maletas para tomar un autobús hacia el Puerto de Guayaquil, no sin antes dejarles un insulto con pintura roja en las paredes blancas de ese lugar.  No sé cómo hay personas que maltratan a sus empleados con desconfianza y falsedad.

Onceava Mudanza:

Ésta vez me dió posada una comadre que me recibió con cariño y comprensión.  Todos los días salía a buscar trabajo sin éxito y los meses pasaron rápidamente.   En esos tiempos tenía comunicación vía Internet con una amiga de la infancia y ella me propone que vaya a trabajar a España donde ella estaba radicada - exactamente en el bello Puerto Español de Barcelona -  Me entusiasmé enormemente, ví una salida para mis penurias y necesidades y no lo pensé dos veces, acepté y empecé a hacer maletas para viajar a España.

Doceava a Cincuentava Mudanza:

Mi amiga me consiguió un trabajo de asistenta de una anciana que por cierto tenía muy mal carácter, desde el comienzo mostró discriminación hacia mis raíces, casi todos los españoles creen que todos somos indios y salvajes.  Yo nunca me ofendí por las indirectas y gestos de rechazo de cierta gente.  Uno como latinoamericano debe estar claro y orgulloso de que por nuestra sangre corren genes de raza negra e indígena.

Después de trabajar duro 12 horas al día y haber pagado con mi sueldo el dinero que ésta gente me envió para el pasaje y los gastos del viaje, me decidí a abandonar ese vil trabajo, donde me engañaron ofreciéndome hacerme un contrato de trabajo que nunca hicieron y además redoblaron mi carga laboral cuando el hijo de la anciana - un tipo prepotente y autoritario -  se mudó con ella para mi mala suerte.

En Barcelona permanecí trabajando siempre en el cuidado de ancianos, trabajito infame que me pasaría factura por las repetidas cargas que tenía que soportar y que me desvió dos discos de mi columna y hoy por hoy sigo padeciendo de fuertes dolores sin esperanza de mejorarme sino empeorarme porque en este país donde vivo ahora, mi pensión no alcanza para tratamientos médicos.

No voy a enumerar ni detallar las mudanzas en ésta bella ciudad de Barcelona porque fueron demasiadas. Sólo contaré - como buena Contadora que soy - que de la mudanza número 12 hasta la número 50 - son exactamente 39 mudanzas en mis siete años de estadía allí.  Si logro recordar alguna que otra mudanza que valga la pena comentarla, les narraré en el siguiente capítulo.   (Continuará)...

Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA CANCIÓN TAMBIÉN ES POESÍA. MÚSICA BRASILEÑA.

Cuento 15. El Cuento de Nunca Acabar. Décimo sexto Capítulo.

LA CANCIÓN TAMBIÉN ES POESÍA. MÚSICA COSTARRICENSE.