Cuento 9. Segundo Capítulo.
Quinta Mudanza:
Después de salir del infiernillo de padres psicópatas de mi niño que tuve que dejar, me contrató una rusa para que atendiera su hijo de 14 años. Era una mujer extremadamente protectora con el niño y además maniática del orden y la limpieza. Un día tenía que entregar un documento personal y el muchacho se quedó sólo por una hora, ella se escandalizó porque me había ido sin avisarle y me echó sin contemplaciones.
Sexta Mudanza:
Ésta vez me mudé a una ciudad que se llama Acarigua a siete horas de la capital, para atender una pareja de ancianos que eran muy amables y cariñosos pero los hijos que manejaban sus finanzas eran tacaños y obstinados. Nunca estaban conformes y el pago mensual siempre llegaba tarde. El anciano tenía un cáncer en sus testículos y tenía que asearlo diariamente. El tumor que tenía era exageradamente grande y después de 4 meses no aguanté la repulsión que me producía y tuve que tomar mis maletas ésta vez a una ciudad llamada Ciudad Bolívar, a 13 horas de la capital.
Séptima Mudanza:
En Ciudad Bolívar me acogió mi cuñada en su casa pero mi hermano menor no vivía con ella y sus 2 hijos porque trabajaba fuera de ese Estado. Empezamos bien pero como no tenía un trabajo para aportar en el hogar y me di cuenta que le estorbaba para recibir una visita masculina que me dió muy "mala espina", a los pocos meses me echó sin miramientos, lo que siempre pasa: al estar arrimada sin dinero, no hay familia que te aguante.
Octava Mudanza:
Me dirigí a la capital de ese estado llamada Puerto Ordáz, donde una familia con dos hijos adolescentes sacudían ese hogar con música a todo volumen y amiguitos que entraban y salían a toda hora. Me mantenían muy ocupada haciendo comida a toda hora y cuando sus padres llegaban en la noche, ellos recibían sus amistades. No había descanso, no salía de la cocina y tenía que atenderlos hasta altas horas de la noche. La dueña de casa sólo vivía para su vanidad, la ropa de ella tenía que estar lavada y planchada casi enseguida que se la quitaba. Un día me confundí echando cloro en la lavadora donde estaba lavando un pantalón azul que ella adoraba y por esa razón otra vez estuve de " patitas en la calle".
Novena Mudanza:
Ésta ocasión me contrató una señora para que atendiera su hijita de 5 años. Me encantaba cuidarla pero su mamá era demasiado desconfiada. Al regreso de mi salida de fin de semana me sorprendí cuando el marido de ella ya me tenía el sobre de mi liquidación. No entendía nada, pero después me di cuenta que las atenciones de cariño que le daba a la niña ésta señora malinterpretó como actitudes inapropiadas.
Décima Mudanza:
Ésta vez hice las maletas para volver a mi tierra. Por vía terrestre viajé a Quito, la capital de Ecuador a probar suerte y nuevamente llegué al hogar de mis padres. No imaginé que la historia de discusiones y desamor se volverían a repetir. Ya había pasado los 40 años y mi madre me trataba y vigilaba como si fuera una chica adolescente. Entré y salí del apartamento de mis padres más de 6 veces en esa visita, la relación se deterioró más y más y con el paso del tiempo decidí aceptar un trabajo en un bello pueblito de la sierra ecuatoriana llamado Pelileo cerca de la capital, donde me contrataron como Contadora en una emisora de radio. En éste trabajo me daban alojamiento y un sueldo aceptable, pero como nada es perfecto en ésta vida, iba a tener una experiencia muy negativa en mi relación laboral y personal con éstas personas. ( Continuará)...
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