Editorial 4. La Eutanasia.
LA EUTANASIA
La Eutanasia se ha practicado a través de los tiempos aunque disfrazada de crímenes y asesinatos evolucionando de diferentes maneras.
En los remotos tiempos de las edades del hombre prehistórico, vamos a encontrar historias escabrosas donde se condenaba a muerte al más débil ya sea porque haya nacido con algún defecto congénito o porque accidentalmente haya quedado inútil.
Luego llegaron los tiempos anárquicos de la época de los romanos donde se sacrificaban los infantes antes de nacer o después de nacidos, tal como Herodes ordenó la matanza de inocentes criaturitas temiendo que entre ellos estuviera el Mesías que podía arrebatarle el Poder Supremo. También sacrificaban a los leprosos apartándolos de su familia y la sociedad, donde morían en cuevas insalubres solos y abandonados. Crearon el famoso Coliseo Romano, que aún se conservan sus ruinas, donde celebraban enfrentamientos de colosos apresados para luchar con fieras feroces que los despedazaban en la arena.
Llegamos a los tiempos de la ley del revólver, donde pistoleros tomaban la ley en sus manos, ajusticiando culpables e inocentes por pleitos de tierras, caballos y ganado.
En la lejana y legendaria China, hace muchísimos años cuando aún esta potencia no era la nación próspera actual pero su población iba en aumento y la hambruna estremecía cada hogar, asesinaban al miembro de familia que comiera más y a los ancianos enfermos los llevaban hasta altas montañas donde eran abandonados sin agua ni comida muriéndose de inanición, luego eran devorados por los buitres.
En nuestros días prácticamente La Eutanasia está legalizada en muchos países desarrollados. A los enfermos terminales les inyectan para no alargar su agonía y programan su deceso.
Cuando trabajé en España cuidando ancianos, me tocó ser testigo de ésta práctica espeluznante que siempre me pareció fría y sin sentimientos por parte de sus familiares. Llegaba el médico a la casa, inyectaba al pobre anciano/a que querían sacarlo del camino porque era más un estorbo que una ayuda y después salía el cadáver en una camilla.
Hay opiniones encontradas de éstos métodos para interrumpir la vida de enfermos, ya sea porque han quedado vegetales por accidentes o porque tienen alguna enfermedad incurable.
Para evitarles una larga agonía y sufrimiento sus familiares o amigos toman la grave determinación de ponerle fin al dolor del enfermo y de la familia, desconectándolo de los aparatos que le sustentaba con vida. No se puede culpar a la familia que toma ésta decisión, porque es preferible dejar ir al moribundo que insuflarle una vida artificial y vacía.
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