Editorial 3. La Religión.
Desde tiempos inmemoriales la religión ha formado parte interna y espiritual de los seres humanos. Sin importar en qué religión o en qué Dios, Vírgenes o Santos la gente crea, queremos aferrarnos a la fe, queremos aferrarnos a la creencia divina, a alguien inalcanzable, invisible y poderoso, que nos cumpla nuestros sueños, deseos y metas y además que sea benevolente, comprensible y amoroso, que perdone nuestros pecados desde los más veniales hasta los más graves y obscuros.
Pero y el ateo o atea, que no cree en ningún ser Omnipotente? Que no tiene religión, ni reza, ni va a misa? Pero no le hace daño a nadie, cumple como padre y esposo, como madre y esposa, tiene la conciencia tranquila y además da buen ejemplo a sus hijos de honestidad y lealtad? Ésta persona tiene más valor que cualquier beata o beato que engaña a Dios y a toda su comunidad con su hipocresía, fanatismo y charlatanería.
La historia del fanatismo religioso está escrita con sangre debido a que "Pastores de la Iglesia" llevaron a cientos de personas, incluidos niños, al suicidio colectivo. Sacerdotes y monjas en nombre de Dios violaron inocentes, amenazándolos que irían al infierno si hablaban y los delataban. Musulmanes adoctrinados en nombre de Alá, su Dios, cometen actos terroristas, seguros de que estarán en el paraíso cuando mueran, así se han llevado miles de vidas inocentes en nombre de su religión, dejando a sus familiares sumidos en la desesperación y la sed de venganza.
Hace unos días conocí la historia de un gran deportista norteamericano, que causaba furor y admiración en el campo de juego y en su vida pública. Lo endiosaron tanto que se creyó Todopoderoso, que estaba por encima del bien y del mal, tomó el camino de la fama con drogas, fiestas y excesos corruptibles llegando a cometer asesinato en contra de su mejor amigo. Fue condenado a prisión perpetua y despreciado públicamente por esa gente que antes lo adoraba. Y si ésto no fuera suficiente humillación, un amigo de su infancia, muy cercano, declaró que él era homosexual y que habían tenido relaciones sexuales por mucho tiempo.
Ya en la prisión, tuvo tiempo de reflexionar, pidió una Biblia, quiso tomar el camino del bien después que ya había hecho tanto daño, pero ya era demasiado tarde para luchar contra los demonios de su mente que lo llevaron al suicidio. Una madrugada se ahorcó dentro de su celda, llenando de vergüenza y sufrimiento a su familia y dejando huérfana de padre a su única hija. Encontraron la Biblia abierta en un versículo del apóstol Juan, buscando en su desesperación la salvación de su alma.
Otra historia un tanto jocosa es la del sicario más despiadado del criminal narcotraficante más temido de Colombia. Me refiero a Pablo Escobar, quién le ordenaba matar a todo el que se le atravesara para impedir sus fines demoníacos. Este sicario declaró públicamente que tenía por un lado del cerebro un demonio y por el otro un ángel y que el tamaño del demonio era gigante comparado con el pequeño angelito al que apenas hacía caso. Él cuenta que el demonio le daba valentía para matar, pero después que mataron a Escobar y él fue a prisión, él cambió su mentalidad y su proceder cuando el ángel creció y el demonio sucumbió. Éste hombre dejó de asesinar y aunque no se arrepiente de los actos criminales que cometió, rectificó a tiempo para no volver a la vida criminal que llevaba.
Para finalizar les dejo una reflexión: enseñemos a nuestros niños que son el futuro de nuestra sociedad a respetar los derechos humanos, a cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios y por último a sopesar la balanza del Bien y del Mal.
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