Cartas a los Poetas. Rubén Darío.


RECORDANDO    A   DON   RUBÉN    DARÍO 


Rubén Darío poeta nicaragüense nació en el año 1.867.  También ejerció como periodista y diplomático.  Poeta y escritor de altos ideales democráticos, amparados en la justicia y libertad.

Lamentablemente Nicaragua ha sufrido dictaduras, represión, violencia y atraso económico, tanto así que actualmente en nuestros días esté viviendo la historia más represiva desde que los comunistas llegaron al Poder.

Como Diplomático hizo un excelente papel como Cónsul de Nicaragua en París-Francia y como Ministro Residente del Gobierno Nicaragüense en Madrid-España.

Entre sus poemas más conocidos están: Azul, Cantos de Vida y Esperanza, Prosas Profanas y Otros Poemas; y sus obras literarias: Abrojos, Margarita y Los Raros.

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Respetado Don Rubén Darío:  Sus poemas hechos con romanticismo y sencillez me transportan a mis años infantiles cuando recitaba su sonatina "La princesa está triste, qué tendrá la princesa"...

Igualmente su poema "Juventud Divino Tesoro" me recuerda que si no disfrutamos nuestros años juveniles, no recuperáremos nunca la juventud perdida.

Su prosa y su rima no son complicadas para entenderlo, por esa razón sus poemas hasta los niños pueden recitarlos sin esfuerzo pero sí con mucha emoción.

Le hago un homenaje a su obra poética y literaria incluyendo en mi carta su poema más emblemático e inolvidable.

JUVENTUD, DIVINO  TESORO

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer.

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña,
en este mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos
climas, en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo
terco, mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco a los
rosales del jardín…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!

Y su inolvidable Sonatina:





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