jueves, 14 de mayo de 2020

Cuento 6. Tercera Parte.

Las extenuantes 12 horas de trabajo apenas me daban tiempo para ocuparme de mí, todo giraba en torno a estas dos personas madre e hijo y sus constantes solicitudes de servicio personal.  Ni mi amiga ni mi empleador mencionaban el contrato de trabajo y ya habían pasado tres meses, sólo salía los domingos unas pocas horas y cuando salía me sentía liberada de una cárcel.  Las horas  las aprovechaba bien conociendo la hermosa y costosa ciudad de Barcelona que me quedaba a 20 minutos de donde trabajaba y vivía.  No olvidaré su arquitectura que fue lo que más me impresionó, Gaudí uno de los arquitectos más renombrados del mundo dejó en sus obras construidas en Barcelona la magia de su ingenio, de algunas de las obras que aún recuerdo están la Basílica de La Sagrada Familia (Temple de La Sagrada Familia), la cual aún está en construcción después de más de un siglo, el Parque Güell (Parc Güell) que no parece un parque sino un enorme escenario de cuento de hadas donde todo es surreal, en el interior del Parque se encuentra La Casa-Museo Gaudí.  La Pedrera (Casa Milà) más que un edificio es un museo, una escultura gigantésca llena de sorpresas y otras innumerables maravillas que ni en 7 años y medio de permanencia pude conocer todo.

Y pasó lo que tenía que pasar que el susodicho vino a vivir donde su consentidora madre y mi trabajo aumentó.  El señorito se cambiaba cuatro veces al día de camisas, al final de la semana tenía que planchar hasta 20, el menú diario era exclusivo para él, dentro de la nevera estaban separados sus alimentos de los míos, el famoso jamón de pierna era sólo para ellos y algunas frutas exóticas que no podía tocarlas.

Ahora llego al punto donde pensaba porqué mi amiga no me daba una mano, le insistía que hablara con él sobre mi contrato y se hacía de oídos sordos, la comprendía porque tenía problemas con sus dos hijas, una de ellas le salió embarazada de un latino despreciable y vago, mientras la otra dejaba sus estudios de fotografía profesional para irse de rumba con su noviecito de turno que era peor que la pareja de su hermana.

Ya iba a cumplir siete meses de trabajo forzado y estaba claro que todas las promesas que me hicieron no se cumplirían, el costo del pasaje y los gastos del viaje me iban descontando de lo que ganaba que era muy poco y al final del mes lo que me quedaba era una miseria.

Fui haciendo amistades para buscar un empleador que me hiciera justicia y me pagaran lo que por ley merecía pero me encontré con que había mucha competencia de latinas trabajando allá, algunas tomaban cualquier sueldo miserable con tal de tener trabajo.  Me di cuenta que trabajando puertas adentro o  como allá dicen interna explotaban más a  las asistentas que trabajando fuera de casa y cumpliendo un horario, pero eso conllevaba a pagar una habitación de alquiler que prácticamente lo dejaba a uno sin ingresos.  Qué tremenda disyuntiva porque para ahorrar tenías que vivir donde tus empleadores y someterte a su explotación.

Corrí el riesgo y dejé a estos explotadores y así fue como en un año ya había trabajado en 4 casas donde el trabajo de cuidadora de ancianos era no sólo duro sino que aparte de ser menos de lo que merecía pues ya tenía un título universitario, mi salud se deterioraba día a día por el peso humano que tenía que cargar.

Barcelona es una metrópoli moderna con todos los adelantos de una gran urbe, transportes fabulosos, todo automatizado, todo limpio y organizado pero los empleadores y familiares de los ancianos a quienes debía cuidar no utilizaban los implementos y aparatos avanzados como grúas, baños portátiles para ancianos, sillas de ruedas automáticas,  en fin, innumerables aparatos para ayuda del cuidador que tenía que levantar esos cuerpos con sobrepeso todos los días y con un sueldo muy bajo. Estoy segura que los familiares no los compraban por lo costosos  o porque querían ahorrarse ese gasto y claro era más rentable utilizar a las "sudacas" de burros de carga.  (Continuará)...

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