Cuento 6. Sexta Parte.

En ese año perdí dos de mis ancianos que estaban bastante enfermos y pude darme cuenta de la indiferencia y desamor de sus familiares, que estaban más pendientes de los bienes que los viejitos dejaban que de alargarles la vida con medicamentos y asistencia sanitaria.

El romance siempre está presente si hay soledad y cumplí mis 50 años rodeada de mis hijas, mis amigos Alba y Joaquín y dos pretendientes que llegaron a proponerme matrimonio.  Uno de ellos catalán y el otro andaluz, uno más joven que yo y el otro más viejo, uno más alocado y el otro más centrado, la verdad es que eran como el día y la noche y en realidad el más joven me dio desiluciones y decepciones ya que cuando había hecho dos viajes a Venezuela y Ecuador para tramitar mi divorcio, con mis papeles en regla y divorciada el condenado catalán se arrepintió y se escapó con una catalana.  El andaluz seguía insistiendo, me llevó a conocer su casa de campo donde íbamos a vivir, paseamos por un bello pueblito francés y se comprometió a divorciarse y a casarse conmigo pero sí me advirtió que lo hiciera si estaba de verdad enamorada pues él iba a dejar toda su familia y el riesgo de perder algunos bienes con la ruptura.  Le dije que no, primero porque era muy tacaño y teníamos constantes discusiones por esa razón y segundo porque no estaba enamorada como para arruinarle la vida a este señor mayor que ponía su futuro en riesgo.

A comienzos del año 2008 por fin encontré un empleador que me haría un contrato y me afiliaría a la Seguridad Social.  Ya habían pasado cuatro años de duro trabajo y mi salud se estaba deteriorando silenciosamente.

No imaginé que este trabajo cargando cuerpos humanos iba a determinar mi estadía en la Barcelona que aún recuerdo con nostalgia y que volvería a visitarla nuevamente. (Continuará)...



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