lunes, 18 de mayo de 2020

Cuento 6. Séptima Parte.

Los hospitales y Centros de atención sanitaria están en Cataluña muy bien equipados, los médicos eficientes y atentos llevan un control ordenado de las enfermedades y tratamientos. Empecé con calambres en las manos y dificultad para cerrarlas, apretar los objetos y levantar peso.  Para mi trabajo ésto representaba una desgracia ya que no podía desempeñarme bien y yo sabía que cuando el empleado empieza a enfermarse el empleador termina arrepintiéndose de haberlo contratado.

Todo empezó cuando cargué a una anciana obesa con más de 100 kilos de peso, considero que fue mi culpa porque debí negarme a hacerlo pero la desesperación de quedarme sin trabajo y no poder pagar el alquiler de mi habitación y la costosa vida en alimentos, ropa, calzado y medicamentos, me  llevaron a cometer estos gravísimos errores, la columna se me desvío saliéndose dos discos y se me desgarraron los tendones de las dos manos.

Cuando le anuncié a mi jefe que debía operarme de ambas manos me puso mala cara pero no podía despedirme porque había un contrato que me respaldaba.  Tenía que operarme primero una y con un intervalo de dos meses la otra. Después de cada operación no podía hacer nada y el empleador tenía obligadamente que darme dos meses de reposo que se convirtieron en cuatro después de las dos operaciones.

Cuando me incorporé nuevamente a mi trabajo sólo me faltaban tres meses para renovarlo o para finiquitarlo y ya sospechaba que este señor no me lo renovaría.  El español menosprecia a los latinos que en esos tiempos representábamos una fuerza vital de un trabajo que los españoles no deseaban hacer por considerarlo el más bajo y despreciable, además ellos estaban en paro laboral cobrando una jugosa e inmerecida mensualidad.

Mientras tanto enviaba a mi hijo en Venezuela para sus estudios universitarios una cuota que me dejaba bien desfinanciada y en los años siguientes debido a mi enfermedad en la columna sólo podía buscar trabajos a medio tiempo y habían muy pocos y eran muy mal pagados.

Mi amigo Joaquín un anciano zaragozano amable y gentil me pagó el pasaje en el Ave un tren de alta velocidad lo más moderno y veloz en trenes para que fuera a conocer Madrid.  Sólo me iba por un fin de semana donde quedé gratamente sorprendida de la capital entre antigua y moderna pero indiscutiblemente cosmopolita y grandiosa. (Continuará)...

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