miércoles, 20 de mayo de 2020

Cuento 6. Novena Parte.

Dejé esa hermosa ciudad con gente soberbia y empoderados como los conquistadores de antaño que aún creen que somos indios que debemos someternos a la Corona Española que hoy por hoy es una de las más corruptas de Europa.  Pero las ciudades tienen su encanto así su gente no le haga honor a su grandeza e historia.

Llegué a Venezuela con la esperanza de tener por fin mi independencia económica y luego de muchas idas y venidas y un sinfín de papeleos logré que un mes de noviembre del 2012 empezaran a pagarme mi pensión.

Honestamente pensé vivir bien cubriendo mis necesidades más prioritarias, pero no me alcanzaba ni para hacer un mercado completo. Allí empezó mi calvario en el sistema chavista, rodé y rodé de habitación en habitación y recordé mis constantes mudanzas de departamentos allá en Barcelona donde los arrendadores no sé cuales eran peores si los marroquíes, peruanos, ecuatorianos o españoles.  No respetaban la privacidad, robaban la comida que uno guardaba en sus alacenas o neveras, me prohibían llevar a la pareja si la tenía, no permitían visitas y hasta me encontré con dueños de casa acosadores que querían forzar mi puerta para meterse en mi habitación.  Lamentablemente la misma historia sufrí en Venezuela recorriendo todo el país en busca de trabajo y un hogar que muchos años atrás había dejado para salir a buscar suerte en otro continente.

Aún sigo buscando trabajo después de padecer 8 años de régimen comunista, sobreviviendo con la ayuda económica que me envían mis hijas desde España, así que puedo decir con orgullo que lo que sembré me dio buena cosecha.  Mis hijas están sosteniendo mi humanidad quien sabe hasta cuándo y así termino mi cuento cavilando y soñando volver a donde trabajé, disfruté, lloré y soñé pero ante todo viví.

                                 F  I  N

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