Cuento 1: "La Hija Malvada". Quinto Capítulo..


LA   HIJA   MALVADA

QUINTO     CAPÍTULO 


Desde ese día que entré en esa caldera del diablo empecé una guerra contínua y persistente con mi hija malévola. 

Estaba metiendo mis maletas cuando me percaté que su "chulo" -léase su pareja- habiendo recibido órdenes de ella, estaba desconectando la bombona del gas para que yo no pudiera usar la cocina.  Me habían dejado sin cama, sin muebles y llegaron al colmo de quitarme el bombillo de una habitación que tuve que reclamar a la fuerza. Ella tenía cerradas con llave todas las habitaciones para que yo no entrara.

En penumbras me acomodé como pude consciente que ése era el primer saludo y que de allí en adelante empezaba la batalla de ella para sacarme de mi casa y mía para sacarla a ella y a su novio sinvergüenza. 

Cómo me hubiera gustado haber llegado con otra situación que no me llevara a tomar la decisión de echarla, ella estaba embarazada e internamente me dolía, pero yo tenía que domar a tres fieras que estaban esperándome para destrozarme y atrás había dejado otra historia de terror con mis propios hermanos que a su debido tiempo lo contaré.

Los días pasaron y ella me escondía todas las cosas, llegué en época de verano y vi que tenía 5 ventiladores, así que tomé uno y cuando fue a quitármelo me negué a dárselo y ella llamó la policía, esos policías que en este país deberían llamarse delincuentes no hicieron nada y me robaron mi celular en la trifulca. Le lloré, le supliqué que me dejara ese ventilador porque yo en climas calientes tengo baja de presión y su maldad pudo más que mis súplicas y mi estado de salud que se iba deteriorando. 

En otra ocasión quise tomar una cama y ella y su padre por poco me matan, tenían entre los dos seis camas y no me dejaron ni siquiera un colchón.

Igualmente tenían cinco televisores, cable internacional en sus habitaciones, cocinas y lavadora que no podía usar. Poco a poco fui ganando terreno, saqué todos los inquilinos que estaban hospedados y quise alquilar a personas buscadas por mí y en tres ocasiones me sabotearon quitándome todos los muebles de las habitaciones, no pudiendo alquilarlas porque las personas querían habitaciones amobladas.

Ya quedábamos sólo los tres en la casa y a ella le tocó parir, a mí no me avisaron, las amistades de ellos eran su familia. Vine a conocer a la niña que hoy es la luz de mis ojos, cuando ya tenía siete días de nacida. Cuando la tomé en mis brazos vi que tenía infectado su ombligo y que la pinza que colocan los médicos le colgaba de su piel. Inmediatamente la desinfecté y corté aquel colgajo que seguramente la lastimaba. A esa inocente criatura que no tiene la culpa de haber nacido de padres deshumanizados no la voy a desamparar nunca porque yo sí tengo buenos sentimientos y el rencor no tiene cabida en nuestro cariño mutuo.

Pero la guerra continuaba, cada vez que yo colocaba algo en la casa así fueran unas cortinas ella me las cambiaba de lugar,  si yo abría las ventanas ella las cerraba, discutíamos incesantemente.  Con su padre nos insultábamos a viva voz, fui desprestigiada y rayada  en todo el barrio y es lamentable seguir conviviendo con el padre de mis hijos porque él no quiere partir el único bien que tenemos que es esta maldita casa.  Me divorcié de él haciendo yo sola los gastos porque no concibo estar unida a alguien que pisotea mi dignidad y me desea la muerte, pero el destino me ha dirigido a éste indeseado lugar.

En el barrio donde vivo lo más probable es que crean que la mala soy yo, que eché de la casa a mi "pobrecita hija" con su bebé en brazos, pero a mi me resbala lo que ellos piensen, ya que ignoran el meollo del asunto, ignoran la telaraña de maldades que estas tres personas iban tejiendo en mi contra como arácnidos venenosos esperando atraparme y destrozarme con los actos malvados que me ocasionaban diariamente, y haciéndome brujerías padre e hija y unos amigos de ellos en común rogándole al diablo mi ruina.

La gota que rebosó el  vaso se dió cuando el chulo me insultó y si no hubiera estado una ventana por medio me hubiera agredido y juro por Dios que si lo hacía no le habría quedado un hueso sano.

Llegado a este punto de horrible convivencia los saqué de la casa y fueron llevándose todo menos las paredes, yo sufrí mucho porque me quitaban lo más querido que es mi nieta, pero no podía permitirles que pisotearan mi autoridad.

Yo no comprendo cómo mi hija puso a un extraño por encima mío.  Lo metió en mi casa, le rodeó de comodidades, le dió autoridad para que me faltara el respeto, se embarazó de él y además pretendían echarme a mí para vivir ellos a sus anchas.

Cómo se le hace éso a una madre? Llegar a sobajarla vilmente,  despreciarla tanto, despojarla de todo, deshonrarla y desearle la muerte.

De chulos está lleno el mundo señores y de malas hijas también.

                                      F  I  N

         


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