miércoles, 15 de enero de 2020

La verdad de una infamia (6)


Ésta hermana ambiciosa, despiadada y cruel también contribuyó a la muerte de mi madre ya que le hacía subir a pie los 4 pisos para ir al departamento donde vive con sus hijas, el cual no tiene ascensor y desde antes de que mi madre se viera afectada del Alzheimer, ella tenía terror ir allá y con justificación, porque sufría del corazón y la llevaban en contra de su voluntad, además durante su enfermedad  tuvo que soportar sus burlas y vejámenes y fue allí donde encontró su muerte.


Después que regresé al departamento de mis padres, mis hermanos y yo tuvimos que hospitalizarlo ya que su estado de salud era catastrófico. En un poco más de un mes que estuvo allí no mejoró, más bien empeoró, la diarrea continuaba, su diabetes empeoraba, tenía que usar oxígeno, pero lo que fatalmente llevó a la muerte a mi padre fue esa pelea entre hermanas que nunca pudo superar, él era un hombre fuerte aún a sus 93 y hubiera podido alcanzar los 100 años si sentía la unión y  el amor de sus hijos.


Me dediqué en cuerpo y alma a atender a mi padre enfermo.  La estadía en el Hospital no ayudó en nada a su recuperación, esa semana que pasó  sólo sin los debidos cuidados, habían  deteriorado su salud.  Ésta mala hija y sus nietas, después que lo abandonaron a su suerte, tuvieron el descaro de ir a visitarlo al hospital porque sabían que estaba destinado a morirse pronto.


Yo no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no fuera recuperar a mi padre, y así descuidé mi defensa en la demanda que ésta pérfida ya me había puesto con fecha señalada. Mientras tanto ella se estaba preparando muy bien para hundirme y meterme presa.


Mis hermanos me rogaron que aplazara mi regreso a Venezuela y que me pagarían la multa que en estos casos cobra la Línea Aérea.  Como supondrán no me pagaron esa multa y después me di cuenta que sólo quisieron desligarse de la responsabilidad de la atención a mi padre.  Nunca me llamaron a ése antro donde estaba recluida ni me ayudaron pagando una tarifa que las personas presas tienen que pagar si algún familiar muere y se le permite salir para el funeral y el entierro.


Tampoco estuve presente ni en el funeral de mi madre ni en el de mi padre, ya que él murió a los 3 días de mi encierro.  Ellos sólo buscaban su comodidad porque al no estar la otra hermana que pudiera cuidarlo y yo me iba, les hubiera tocado a ellos atenderlo día y noche hasta cambiándole pañales y el corazón de ellos es del tamaño de una nuez para atender a un enfermo tan grave que precisamente era su padre.


Yo no estaba en condiciones de prepararme para el juicio que mi malvada hermana ya había empezado.  Yo no vivo allá, ni conozco las leyes y mucho menos estaba en situación económica de contratar un abogado.   Yo solamente estaba centrada en cuidar y recuperar a mi padre, pero el destino infame  me tenía reservada una captura para llevarme presa y abandonar a mi padre grave en manos de mi hermano menor que ni siquiera sabía primeros auxilios.

(Continuará) ...



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