La verdad de una infamia. (2)



Tuve problemas para pasar la frontera por Colombia debido a que ignoraba los nuevos horarios para cruzar hasta Cúcuta donde tomaría el vuelo hacia Quito.  Al perder el vuelo no pude llegar al funeral de mi madre y a la siguiente semana sí viajé para consolar a mi padre viudo, iba sólo por 20 días que era el tiempo que la línea aérea me concedía.


Al llegar al departamento donde vivían solos mis padres me encuentro que mi hermana y sus dos hijas ya estaban mudadas allí, pero lo que no sabía era la trama diabólica y cruel que éstas tres infames mujeres estaban tejiendo tal como lo hacen las arañas venenosas.


Me recibieron bien pero al caer la noche mi hermana con cierta autoridad me dice que no puedo quedarme allí y que regrese sólo de visita a ver a mi padre.   No quise hacer problemas a pesar de su arbitrariedad y me fui, pero Dios sabe dirigir nuestro destino y así fue que tuve que regresar al departamento porque ya tenía 4 años que no iba a Quito y no logré tomar el autobús adonde estaba mi hijo Ricardo que vive allá, estaba confundida y desorientada y más aún dolida porque mi padre no reaccionó ante ésta injusticia, yo también era su hija y me estaban echando de su casa.  


Yo lo comprendí porque estaría enojado conmigo porque no fui a cuidar a mi madre cuando empezó el Alzheimer a invadir su mente.  Mi negativa se debió a que las relaciones con mi madre nunca fueron buenas, peleábamos mucho y nunca nos entendimos, además tuvo unos años atrás una angina de pecho y mi padre creía que si ella tenía disgustos o malas noticias se podría morir de un infarto.  Yo prudentemente evité estar presente porque si ella moría por mi culpa debido a alguna pelea, mi padre no me lo hubiera perdonado nunca. 

(Continuará)...

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